Boca volvió a ganar en la altura de La Paz después de 51 años. Aprovechó el gol tempranero del colombiano Sebastián Villa para tener más aire y sostener la mínima ventaja durante 83 minutos. Lo hizo con un planteo inteligente para volver a Buenos Aires con tres puntos importantes en el arranque de la Copa Libertadores, por la que tendrá un nuevo compromiso el martes ante el Santos de Ariel Holan, en la Bombonera.
No se puede hablar de hazaña, es cierto, pero festejar una victoria en el estadio Hernando Siles no se da todos los días para un equipo argentino. El anterior había sido Atlético Tucumán ante el mismo rival, en 2018. Dos éxitos en medio siglo.
Boca solo había ganado dos veces en La Paz: 3-2 a The Strongest en 1965 y 3-2 a Bolívar, en 1970. Después, perdió cuatro y empató tres: las últimas dos ante Bolívar (0-0 en 2007) y 1-1 en 2016. Para la estadística, ahora lleva tres partidos sin derrotas en la altura de La Paz.
El equipo de Miguel Ángel Russo explotó la velocidad de Villa todo lo que pudo. Cuando todavía se estaban acomodando, Almendra habilitó muy bien al colombiano, quien se metió en el área, enganchó ante Marteli y definió con un zurdazo goleador. Apenas iban siete minutos.
Después le cedió la pelota al equipo boliviano, que buscó el empate con paciencia pero nunca pudo ingresar con peligro al área de Rossi. Tampoco fue efectivo con los remates desde afuera del área ni tuvo jugadores desequilibrantes en el último cuarto.
Todas las falencias de The Strongest fueron virtudes de Boca. Presionó y achicó espacios, con Varela parado delante de la línea de cuatro. Bien Buffarini en el ida y vuelta y solidario Soldano tratando de asistir rápido a Villa. Buena tarea también de Medina y de los marcadores centrales. Un equipo concentrado y no agobiado por los efectos de la altura.
Como sucedió en la primera etapa, Boca salió decidido a definirlo en el arranque de la parte final. Dos veces estuvo Villa cerca de marcar el segundo. Primero con un remate a colocar desde afuera del área, que se fue apenas desviado, y después en un mano a mano que ganó el arquero Daniel Vaca, que achicó bien.
Es una historia conocida en el fútbol: los goles que se pierden en el arco se sufren en el otro. A eso se expuso Boca con el cansancio acumulado. Aún con una enorme superioridad colectiva sobre su rival, el 1-0 siempre resulta exiguo en este tipo de partidos.
Sin embargo, el equipo argentino no se relajó y fue criterioso para adelantar líneas cuando era necesario, para buscar un segundo gol más tranquilizador. Una de las más claras fue a los 37 minutos, cuando tras un gran pase de Villa, a Jara le cometieron falta cuando estaba para definir. Era penal, pero el árbitro Ospina no lo advirtió y dejó seguir.
Otro de los puntos para destacar en el equipo que llevó Russo a La Paz fue la cantidad de juveniles. Desde el arranque estuvieron Medina, Almendra, Varela y Obando, todos formados en las Inferiores. Después, para darle más aire y frescura, ingresaron Agustín Sandez (debut absoluto), Luis Vázquez y Nicolás Capaldo. Y en el banco quedaron Agustín Lastra, Renzo Giampaoli, Eros Mancuso, Ignacio Fernández y Exequiel Zeballos.
Si bien en la conformación del plantel tuvieron mucho que ver varias bajas por lesiones y por Covid-19, también hay una apuesta por promover a los pibes del club. Para encontrar un equipo de Boca con tantos jugadores surgidos de las Inferiores en un partido de la Copa Libertadores hay que remontarse al arranque de la edición 2016, cuando igualó 0-0 con Deportivo Cali en Colombia. Ese día estuvieron en la formación inicial Nahuel Molina, Fernando Gago, Carlos Tevez, Andrés Cubas y Rodrigo Bentancur.
Quedará para la historia este gran triunfo de Boca porque fue inteligente para no sufrir ante un discreto equipo boliviano, que en ningún momento inquietó al arquero Rossi. Y careció de jugadores de buena pegada, como en otras ocasiones.
Pero hay que insistir en un concepto. El desgaste de los jugadores de Boca fue enorme y necesario para salir airoso de un escenario tan complejo y un segundo rival que siempre juega: los 3.640 metros de altitud en los que se encuentra el estadio.
Clarín/Deportes