Las tribunas se desatan con el tercer gol, otra obra del Golden Boy del fútbol argentino. “Este es el famoso River, el famoso River plei (sic)”, se escucha desde cada rincón del Monumental. Se trata del mejor equipo de la última década, sin lugar a dudas. Pero esta noche está dispuesto a demostrarlo, a exponer toda su superioridad ante un rival con historia grande y presente oscuro al que deja minúsculo en el segundo tiempo. Por la
prepotencia de su jerarquía, por la precisión en velocidad –lo más difícil de lograr en este deporte-, por las variantes que tiene en la circulación y por su contundencia. Y por eso termina el domingo más líder que nunca. Le sacó 4 puntos a Talleres, su próximo rival, el jueves en Córdoba.
River no sólo fue la explosión de Julián Alvarez, oro puro. También, la irrupción de Palavecino, enganche, de interesantes pinceladas y apariciones fugaces en el área rival. Fue Peña, rápido en los cruces cuando se animó San Lorenzo. Enzo Fernández, de buen ingreso por el lesionado De La Cruz. Santiago Simón, otro chico de las inferiores, clave en los primeros dos goles. Rojas, punzante como lateral, un puesto poco habitual. Casi no hubo puntos flacos.
San Lorenzo fue pura desorientación. Llegó a Núñez con un planteo poco ambicioso y un mediocampo sin solidez para neutralizar el juego. Plantó una línea de cinco atrás, fue incómodo en el primer tiempo, pero dejó demasiados espacios. Y en el complemento terminó aplastado. El resultado no fue más abultado por Torrico, más allá de su salida tardía en el tercer grito de Alvarez.
Eso sí, River recién se despertó después del empate. Con esa jugada que unió a los dos Enzo, Pérez y Fernández, y encontró un maravilloso pase filtrado de Simón con caño incluido a Flores. Después, resolvió Alvarez. Fue un tiro pegado al palo, inatajable.
Entonces, River se soltó y fue punzante. A bordo de un 4-3-2-1 cada vez más consolidado y con el pibe de 21 años como referencia, intentó vulnerar a una defensa azulgrana bien parada en el primer tiempo, pero lenta.
River había estado acelerado. Y como San Lorenzo bloqueaba los caminos, no pesaba ni estaba claro. Sólo había podido inquietar a Torrico con un remate de Rollheiser, tras un pase de Palavecino, que el arquero mendocino tapó con reflejos. Le costaba entrar y para colmo llegó el gol visitante por una desconcentración.
Ya había advertido dos veces desde un lateral y en el tercer envío venció a Franco Armani. Sacó largo Herrera desde el costado, saltó tarde Martínez, Uvita Fernández limpió hacia afuera marcado por Peña y Fernández Mercau sacudió de zurda.
Llegó el empate y con el 1 a 1 consumado, el Cóndor voló para manotear un cabezazo de Palavecino, quien se elevó en el corazón del área luego de un centro de Fernández.
Gallardo movió el banco en el entretiempo. Reemplazó a Vigo, de flojo desempeño y poco firme con Fernández Mercau. Y en la primera acción del complemento, el paraguayo cabeceó un tiro libre de Alvarez que se perdió por encima del travesaño. Y el Muñeco mandó a la cancha a Carrascal. Y volvieron a combinar Alvarez y Palavecino. Torrico le puso el pecho al tiro del enganche. Y se juntaron Rojas, Simón y un pase para Palavecino, de nuevo tapó Torrico, pero el rebote derivó en Alvarez. Y el pibe no falló.
Parecía liquidado el partido con San Lorenzo dependiendo de una pelota parada, la única razón para entender porqué Montero dejó en la cancha a un caminante Di Santo. El chico Martegani fue impetuoso. Ortigoza y Palacios no fueron solución. Y Alvarez lo liquidó con un pase bárbaro de Rojas. No hubo 4 a 1 porque Torrico salvó ante Carrascal. Hubo fiesta, claro. Por el triunfo, la punta holgada y ese nivel que despierta aplausos de propios y extraños.
Daniel Avellaneda/Clarín