El escritor y docente Ricardo Piglia, en su ciclo de programas dedicados a la figura de Borges en la Televisión Pública (que pueden verse completos en YouTube), empieza abordando un verdadero misterio: ¿cómo y de qué viven los escritores en este país? Piglia cuenta que Borges, al igual que él mismo, vivió de la manera que pudo: dio charlas y conferencias, hizo periodismo, dirigió colecciones, escribió prólogos, practicó la docencia, entre otras actividades que le permitían parar la olla y poder sobrevivir mientras escribía. Esta realidad, algunos años después, es la misma que viven quienes se dedican a la escritura en la Argentina. Sin embargo, en un contexto de economía en crisis extrema y extraordinaria por una pandemia mundial que detuvo el flujo de dinero en circulación, tiene sentido volver a preguntarse: ¿cómo y de qué forma van a sobrevivir los escritores y escritoras?
Gabriela Cabezón Cámara, autora de La virgen cabeza y Las aventuras de la China Iron, piensa en su relación con la economía y dice lo siguiente: “Yo estoy en la plataforma Zoom y estoy tratando de sostener mis talleres de esa manera. Hice las primeras pruebas la semana pasada y está funcionando, y espero que siga así porque vivo casi exclusivamente de eso. El otro ingreso son la regalías de los libros y un salario por docencia universitaria que es un chiste”.
Los talleres literarios, desde los años 70 (en eso fue pionero Abelardo Castillo, entre otros) hacia esta parte del almanaque, se volvieron un modo natural y tradicional en el que un escritor se gana el mango cotidiano. En este sentido, Ariel Bermani, autor de las recientes Messina y Anita, dice: “Para los escritores y escritoras que tienen los talleres como única fuente de ingresos, sería necesaria una ayuda económica. Pero no solo para este grupo social, también sería necesaria una ayuda al resto de los trabajadores y trabajadoras informales, que son muchísimos. Hay una tendencia muy alta al trabajo en negro. Pienso en los escritores y también pienso en los manteros, en los cartoneros, en los taxistas, en los obreros de la construcción, en la gente que trabaja en el servicio doméstico, en las trabajadoras sexuales”.
La escritora Fernanda García Lao va en el mismo sentido: “El aislamiento y la escritura son indispensables a la hora de crear. Pero claro, ¿cuántos escritores se pueden dar el lujo de vivir solo de la escritura? No lo sé, no es mi caso: doy talleres desde hace diez años. Tecnología mediante, lo resolveré. Me preocupan más las editoriales, los libreros. La circulación de libros en papel se verá súper afectada. Se me ocurre que las bibliotecas deberían poner a disposición de los lectores su catálogo de clásicos, digo, para no vulnerar derechos de autor. Justo cuando se volvía a poner en marcha la compra de libros desde el Ministerio de Cultura, sucede este desgraciado virus, que es un atentado a la convivencia. Al contacto físico. Sí me entristece profundamente, además de las víctimas que genera, por supuesto, qué será del teatro, la danza…”
Ahora bien, la pregunta es imparable: ¿cómo acompañar, económica y psicológicamente, a todos esos escritores y escritoras a quienes se les dificulta generar ingresos en la situación actual? ¿Y qué lugar y rol tienen las editoriales en todo esto?
Cabezón Cámara hace una propuesta concreta: “Pienso que deberíamos hacer una especie de pozo para los autores que están en situaciones más desgraciadas. Me refiero a la gente que no tiene la manera de generar ni un centavo en estas épocas. Creo que podemos colaborar todos: algunos más y otros menos, pero todos según sus posibilidades. Hay que cubrir a nuestros colegas. Salvo que el Gobierno lo haga efectivo. Y creo que las editoriales deberían colaborar. Entiendo que algunas no van a poder pero las grandes editoriales, imagino que sí; y las editoriales medianas cuyos propietarios son gente de grandes fortunas creo que también van a poder”.
García Lao amplía el panorama: “No creo que las editoriales argentinas estén en condiciones de colaborar económicamente con los escritores porque estaban un 40% abajo en ventas después de varios años de crisis. Sí creo que debería estar disponible todo el material que no se vendía en papel. No gratis como se pretende porque es una industria de la que mucha gente depende. Sí se deberían renegociar los contratos en relación a las regalías que se reciben por la publicación en papel y en digital porque que se van a modificar los hábitos de lectura. Se va a tener que reconfigurar el modo de compartir los materiales físicos”.
Desde la editorial Planeta dicen que estas no son ideas que estén pensando o manejando en estos momentos. Por su parte, Guido Indij de Interzona explica: “Ya veníamos muy castigados acá. Y a nosotros que estábamos ampliando nuestro territorio en distintos países nos castiga por varios lugares al mismo tiempo. Estamos preocupados. De todas formas seguiremos trabajando para los proyectos de los años venideros si es que sobrevivimos. Para el próximo mes tenemos un resto para pagar los sueldos, las imprentas, los impuestos. Después, no sé.
Walter Lezcano/Clarín