La victoria por 1-0 sobre Paranaense en Curitiba dejó a Boca bien posicionado para la revancha del miércoles en la Bombonera por los octavos de la Libertadores. En el descuento, Marco Ruben malogró un penal para el local. Empató San Lorenzo.
Boca pegó un grito grande, enorme. Porque venía repleto de dudas a un escenario del que se había ido goleado en la fase de grupos y ante un rival que tenía un invicto gigante en su casa, sin su goleador y con un penal en contra en el final del partido que invita a que se revise el VAR y quienes toman las decisiones. Ganó en Brasil, sueña con los cuartos de final y va por esa séptima Libertadores que persigue con ganas.
El primer tiempo mostró a Boca con muy poco de juego pero con oportunidades claras para sumar un gol clave en estas serie mano a mano. Por momentos esperó, plantado en esa doble línea de cuatro futbolistas y en otros apretó en la salida del local. Pero no se refugió: batalló con intensidad en la zona de creación del equipo de Tiago Nunes. Y en ese juego fue clave la buena predisposición de Alexis Mac Allister, quien buscó asociarse con Zárate cuando tuvo la pelota pero también entendió que en la estretagia de Alfaro él debía cumplir un rol defensivo por el sector izquierdo. El ex Argentinos Juniors cumplió
Las chances de gol de Boca fueron, en esencia, por buenas conexiones individuales pero ninguna por una consecuencia directa de la elaboración. Lógico: con Nandez (imposible acusarlo de falta de compromiso), el juvenil Capaldo y con Marcone agrupados en el mediocampo, la idea fue contener, resistir y después intentar avanzar.
Paranaense, como ya había mostrado en los partidos anteriores, siguió en su idea de un juego prolijo desde Lucho González y Guimaraes. Pero pocas veces en esos primeros 45 minutos logró explotar sus bandas, su mejor virtud y por lo que tanto temió Boca. Pero cayó, así, en remates (el derechazo de Rony y el zurdazo de Guimaraes pasaron muy cerca) desde media distancia como su mejor arma para el arco de Andrada.
El negocio hubiese sido perfecto en esa etapa si Ábila, de cara al gol, hubiese definido bien de zurda en las dos habilitaciones que le dejaron Alexis y de Zárate. Wanchope tardó y eligió mal ante Santos. Nueve se busca.
Desde el inicio del segundo tiempo el local se paró con más ambición. Los laterales Jonathan y Azevedo se pararon más allá del medio y a Boca se le complicó contenerlos. Alexis empezó a cansarse y cada vez más rápido perdieron la pelota entre Ábila y Zárate. El equipo se cargó de amarillas y tuvo que bajar la intensidad del roce con los rivales, que crecieron desde el pie derecho de Lucho González y en abanico, Paranaense abrió las alas para atacar constantemente y tanto Mas como Weigandt lo sintieron por sus sectores. Todo se transformó en negro y rojo.
Alfaro, de manera riesgosa, prefirió no tocar piezas. Eligió que los duelos ya aceitados se mantuvieran y recién metió mano cuando se dio cuenta que no habías más pierna, músculo ni aire para sostenerse. Un reflejo de eso fue que Mac Allister casi no cruzó la mitad de la cancha en la segunda parte, hasta el final. Hubo cambios de manual: nueve por nueve. Hurtado ingresó por Ábila y Tevez reemplazó a Zárate, pero no reforzó la mitad de la cancha.
Paranaense siguió yendo. Pero Boca amenazó con pegar alguna mano. Avisó que tenía gurdado un golpe en el mentón. De su mejor jugador, ese que había aparecido poco pero que se tuvo una fe ciega y metió un derechazo para el grito afónico en el Arena da Baixada. El primer tanto que recibe Paranaense en su estadio en esta Copa. Nada menos. Un gol que puede valer tanto como ese inexistente penal concedido por el VAR y que Marco Ruben reventó contra el palo izquierdo, ya en el descuento.
Matías Bustos Milla/Clarín