
El seleccionado argentino de básquetbol consumó hace cuatro décadas un recordado triunfo ante Brasil, en el torneo clasificatorio de Puerto Rico hacia los Juegos Olímpicos de Moscú, aunque la victoria no tuvo correlato deportivo. Por cuestiones políticas, Argentina se unió al boicot propuesto por Estados Unidos y no concurrió al acontecimiento deportivo que se desarrolló en la entonces Unión Soviética.
Un 24 de abril de 1980, en el Coliseo Roberto Clemente de la ciudad de San Juan, el equipo «albiceleste», en aquel momento dirigido por Miguel Angel Ripullone, superó por 118-98 a Brasil, resultado que le permitió alcanzar uno de los tres cupos que entregar el certamen continental para la competencia olímpica.
El escolta santafesino Carlos Raffaelli, máximo goleador de ese equipo, resultó la principal vía de ataque en ese éxito, con un total de 36 puntos, mientras que José Luis Pagella aportó otras 23 unidades. Ese triunfo y el siguiente alcanzado ante Cuba para cerrar el certamen le permitieron al combinado argentino obtener el tercer puesto, detrás de Puerto Rico y Canadá, con lo que logró la clasificación a los Juegos de Moscú.
«Recuerdo patente lo que ocurrió ese día. Son esos partidos que uno quisiera que no terminasen nunca», rememoró ‘Chocolate’, que en la actualidad cuenta con 67 años, en diálogo con la agencia Télam.
Raffaelli, hoy agente de basquetbolistas, evocó la dificultad que tenía, por esos años, Argentina «para ganarle a Brasil» en las distintas competencias internacionales que asumiera. «Los habíamos derrotado en el Sudamericano de Bahía Blanca el año anterior y nada más», recordó el ex escolta.
Para el ex jugador de Obras Sanitarias, ganador de la Copa William Jones (1983), la clave del triunfo consistió en el hambre de aquel plantel: «Todos sabíamos que era el partido más importante de nuestras carreras». «Me animo a decir que se trató del mejor partido de esa generación de jugadores. Nos salió todo redondo», recordó.
Raffaelli reconoció que un aporte decisivo en la obtención del objetivo radicó en la llegada del prestigioso entrenador yugoslavo Ranko Zeravica, quien se acopló de inmediato al cuerpo de trabajo y se erigió en el principal asistente del «Bala» Ripullone.
«Zeravica nos dotó de conceptos técnicos y tácticos que nosotros no teníamos incorporados. Venía con su bagaje de haber sido campeón del mundo con el seleccionado de su país y eso lo volcó automáticamente. Teníamos una gran admiración por él», admitió el santafesino, en relación al entrenador que había guiado al campeonato mundial al representativo balcánico en 1970. «Ripullone también tuvo su grandeza y aceptó la ayuda. Eso demostró que ambos podían trabajar sin egos», agregó.
El boicot impuesto posteriormente por los Estados Unidos y la adhesión automática de la Argentina derivó en que Raffaelli y compañeros no tuvieran la chance de competir en Moscú, a partir del 19 de julio de ese año.
«Fue la decepción más grande de mi carrera. La juventud no te otorga la dimensión exacta y hoy te das cuenta que esas oportunidades pasan una sola vez en tu vida», deslizó «Chocolate», con un dejo de nostalgia. «En esos momentos tenía 28 años y pensaba que se me iba a dar en la siguiente Olimpíada (Los Ángeles 1984). Pero estás cuatro años más grande, los equipos no son los mismos y esa química que tuvimos para clasificarnos ahí en Puerto Rico, después no pudimos lograrla», reconció Raffaelli.
Página 12/Deportes