No hay paciencia en los hinchas de Independiente. Los 7 puntos en igual cantidad de partidos son los que duelen y hacen preocupar. También que el equipo no termine de arrancar. Por eso desde hace algunos días está en duda la continuidad de Leandro Stillitano, que se jugaba una parada brava en el estadio Chiqui Tapia. Y la sensación es que el entrenador ganó una vida más con el empate 1-1 jugando con un futbolista menos por más de 60 minutos por la expulsión de Sergio Barreto. Y bastante más: el Rojo fue el que generó las más claras.
Algo o bastante de culpa tendrá el entrenador Stillitano en este presente oscuro de Independiente. El equipo sorprendió en la primera fecha ante Talleres en Córdoba y desde entonces no paró de involucionar. Pero la suerte y los futbolistas tampoco ayudan. Y ahí las responsabilidades son de la divina fortuna, como dice Diego Simeone, y de los dirigentes, que conformaron un plantel con lo que pudieron. Porque el Rojo no se fue ganando en el primer tiempo porque está torcido y porque Sergio Barreto, el capitán, se hizo expulsar.
No pudo arrancar mejor la tarde para el visitante: a los 28 segundos Martín Cauteruccio -de buena etapa inicial- habilitó por derecha a Baltasar Barcia y el uruguayo le rompió el arco a Andrés Desábato. Independiente iba a jugar prácticamente todo el partido con una ventaja conseguida desde el vestuario. Y ahí tiene que aflorar la inteligencia de los futbolistas. No puede durar tan poco una diferencia. La sensación es que a un equipo amateur le pueden igualar tan rápido, salvo que suceda una fatalidad. Se debe haber lamentado muchísimo Stillitano ese remate de Facundo Mater que se clavó arriba para el 1-1 a los 4 minutos. Iván Tapia mandó un córner cerrado desde la izquierda, Giménez rechazó corto desde el área chica y la pelota rodó hasta el punto de penal, donde impactó Mater con toda su furia sin oposición de ningún jugador del Rojo. El error de no dejar a nadie en el rebote no se le puede atribuir al entrenador.
La otra jugada que hará pensar a Stillitano es la expulsión de Sergio Barreto. El zaguero central le fue a meter la plancha a Ricardo Centurión y recibió la tarjeta sin protestar. La sensación es que fue a marcar presencia. Iban 28 minutos de la primera parte con una temperatura que acariciaba los 40 grados. Cómo mínimo, una irresponsabilidad del defensor.
Pero se plantó bien Independiente tras la expulsión: Barcia fue a jugar de lateral, Báez de central y Giménez de volante; armó un 4-4-1 el DT del elenco de Avellaneda. Se defendió, le dejó manejar el balón a Barracas y contragolpeó. Y generó chances clarísimas. En la primera, Cauteruccio quedó mano a mano con Desábato, tocó para Giménez y el disparo del delantero se encontró con la pierna de Álvarez cuando marchaba al arco vacío; en la segunda, Caute cedió para Barcia, que no pudo ante Desábato; en la tercera, Giménez la paró de pecho, definió de derecha y Álvarez la despejó en la línea. La mala suerte y las flojas definiciones no permitieron que Independiente se vaya al descaso con una ventaja.
Merece un párrafo especial el estadio de Barracas. Se celebra que equipos menores puedan estar en Primera y que puedan recibir a los rivales en su terreno, aún cuando el césped no está en las mejores condiciones. Pero el producto merece otras prestaciones. El duelo no se pudo disputar de noche por falta de iluminación. Además, en el predio se cortó la luz en un par de ocasiones. E imágenes risueñas se produjeron mientras la pelota corría. Un hombre de seguridad mojaba a los hinchas con una especie de hidrolavadora (en el complemento llegaron las mangueras) e hinchas corrían por detrás de la popular molestando al ojo del espectador.
En la segunda parte, Independiente dio un paso adelante en cuanto a la personalidad: jugó con autoridad pese a la desventaja numérica. Metió mucho el Rojo y se animó a contragolpear. No tuvo tantas como en la etapa inicial, pero generó un par con las corridas del ingresado Márquez.
A Barracas le costó una enormidad. Metió cambios Rodolfo De Paoli, aunque ninguno de los suplentes le pudo aportar claridad a los ataques. Centurión fue el más peligroso e inquietó con un par de disparos.
Empató Independiente y ganó aire Stillitano. El punto no le cayó mal al elenco de Avellaneda porque jugó con uno menos largos minutos. Ahora se vendrá una final contra Colón el sábado en el Ricardo Bochini.
Maximiliano Uría/Clarín-Deportes
PARECÍA DE ARSENAL, PERO EL BICHO EMPATÓ AL FINAL
El fútbol, a veces, es una cuestión de suerte. Y eso fue determinante en el partido que jugaron Argentinos y Arsenal en La Paternal. El local dominó la primera parte y acumuló múltiples situaciones, sin que ninguna hiciera la diferencia. A la visita, que salió a jugar la segunda mitad con mejor iniciativa, la acompañó la fortuna en un ataque y logró la ventaja que no pudo mantener, porque en tiempo de descuento Alejandro Medina, el arquero del Viaducto, hizo la atajada del partido, que combinó con un penal que el Bicho, en el adicional, no desaprovechó. Medina pasó de héroe a villano en la misma acción. Le ahogó el grito a Facundo Ferreyra, pero le levantó la pierna y el chequeo VAR despejó las dudas de Nicolás Lamolina. Penal.
Pero el partido tuvo otra dinámica, muy distinta a ese desenlace. El encuentro tuvo buen ritmo y llegadas. Argentinos se anotó con las más claras, pero desaprovechó especialmente una antes del cuarto de hora cuando Thiago Nuss quedó solo frente al arco, porque en la jugada previa Medina había ido a achicarle a González Metilli. Pero el delantero sacó un remate que se fue cerca del palo derecho. Con muchas situaciones, pero nada de suerte, el Bicho no pudo hacer la diferencia.
El comienzo del segundo tuvo a Arsenal como protagonista. Jugó más cerca del arco de Lanzillota, aunque sin precisión. Llegó al gol con más fortuna que pericia. Después de una serie de rebotes, Luis Leal sacó un remate cruzado desde la derecha que se desvió en un defensor y cambió la trayectoria: imposible reaccionar para Lanzilotta.
Argentinos parecía no reponerse del golpe. Todo lo que había demostrado que era capaz de construir pareció desmoronarse. Pero cuando estaba por terminarse, todo cambió. Ávalos, que no estaba derecho, mostró toda su jerarquía en el penal. No falló y consiguió al menos un punto para no terminar con las manos vacías.
Luciano Bottesi/Clarín-Deportes
EMPATE EN EL JARDÍN DE LA REPÚBLICA
Parecía de Instituto, pero se quedó con diez y Atlético se animó y lo empató. En el contexto de un primer tiempo parejo, quedaron claras dos cosas. Primero, el orden para afrontar los partidos que tiene Instituto (el equipo, parece, se conoce de memoria). Sin brillos, pero con claridad. Y segundo, ni cenizas quedan de aquel muy buen Atlético Tucumán armado por Pusineri, que llegó a ser líder y a pelear por el título en días no tan lejanos. Un síntoma al respecto: pateó dos veces al arco, contra 14 del equipo cordobés.
Instituto se hace dueño de los partidos en el Monumental Presidente Perón. Se puso en ventaja con una aparición por la derecha del lateral Cerato, un centro al segundo palo, toque de Cuello, remate de Martínez, palo, rebote y gol de Graciani, el volante derecho que siempre pisa el área. Iban 26 minutos.
La expulsión de Parnisari a los 42 parecía abrir las puertas para otro desarrollo. Con un jugador más, el Decano se animó, se adueño de la pelota e intentó inquietar. Lo logró.
Y consiguió el empate a través de una definición impecable de Mateo Coronel, con la venia del VAR. Después, poco y nada hasta el final en empate.
Ramón Gómez/Corresponsalía de Clarín en Córdoba