Remontó un 0-2 ante Alemania en Dortmund y sacó un buen empate con los goles de Alario y Ocampos.
El 30 de junio de 2006 en el Olímpico de Berlín, Alemania eliminó a Argentina de los cuartos de final del Mundial. La imagen de Lionel Messi sentado en el banco de suplentes todavía retumba en el ambiente futbolero. En ese mismo banco había otro Lionel que no había ingresado en los 120 minutos de juego que derivaron en los penales: Scaloni.
Interrumpido aquel sueño argentino, Alemania cayó en semifinales ante Italia, futuro campeón, y decidió cambiar a su entrenador: Jürgen Klinsmann dejó el cargo y lo reemplazó su ayudante de campo, Joachim Low. Sí, el mismo que 13 años después se vuelve a encontrar con la Argentina y con Scaloni.
En estos 13 años, mientras Alemania moldeaba su estilo, consolidaba el proyecto y le daba otro cachetazo a la celeste y blanca en la final de Brasil 2014, por el banco argentino pasaron 8 entrenadores.
Alemania plantó un equipo que bien podría ser una segunda o tercera opción. El cambio generacional actual es obligado para Low: tiene muchos lesionados: Jonas Hector, Toni Kroos, Matthias Ginter, Timo Werner, entre otros. Y también tiene la cabeza en la clasificación a la Eurocopa: el domingo juega ante Estonia y necesita ganar para consolidar su liderazgo en el grupo C.
Y Argentina, por su parte, sigue en su búsqueda eterna. Fue de menor a mayor, la remontada y el 2-2 lo dejó con gusto positivo.
Es el duodécimo partido del ciclo Scaloni y el recambio está en marcha, eso está claro. Aunque en ese camino, los subibajas son constantes y continúan apareciendo lunares que quedan expuestos ante un equipo con un idea consolidada más allá de los nombres como el alemán.
Surgen preguntas: ¿puede Leandro Paredes ser el volante central frente a una selección con la dinámica que suelen tener las europeas? ¿Quién es el arquero preferido del DT, que esta vez probó con Marchesín, el mismo que había quedado muy expuesto en la goleada sufrida ante Nigeria en 2017? ¿Cuándo aprovechará Dybala su chance? Marcos Rojo, el único ar
gentino que repitió de aquella final en el Mundial de Brasil fue el chivo expiatorio en este caso y dejó la cancha en el entretiempo tras una serie de errores graves.
Por ahí, por la banda izquierda de la defensa argentina se precipitó la ráfaga que dejó al equipo 0-2 en ocho minutos y presagiaba un final de pesadilla. Para el complemento, Scaloni movió las fichas. Armó una línea de 3 en el fondo (Foyth-Otamendi-Tagliafico) con la intención de poblar el medio, presionar un poco más alto (Acuña y Ocampos entraron para solucionar los problemas de la banda izquierda) y tener la pelota. Y la idea resultó. Dybala había quedado a mitad de camino, no había sido delantero ni enganche; lo absorbió la defensa alemana. Y su reemplazante, Lucas Alario, fue la llave hacia la remontada. En la primera que tocó cabeceó perfecto un centro con rosca de Acuña. Se encendió el equipo con ese gol y Salvo por una atajada de Marchesín en un mano ante Can, no sufrió Argentina en el complemento.
Alario tuvo premio. Encaró y cuando lo bloquearon cedió a Ocampos que clavó el empate, con un remate al primer palo de Ter Stegen.
Clarín/Deportes