“Se considera al deporte como algo exclusivamente recreativo, como algo dispensable, y eso debemos cambiarlo”, dice Alba Rueda, primera mujer trans a cargo de una Subsecretaría, la de Políticas de Diversidad del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad de la Nación.
La salteña tiene un largo recorrido: fue presidenta de Mujeres Trans Argentina, investigadora del Departamento de Género y Comunicaciones del Centro de la Cooperación Floreal Gorini e integrante del equipo del Observatorio de Género del Poder Judicial porteño. “En la medida en que se reconoce nuestra participación en los términos sociales el debate político se reestructura rápidamente y tiene su correlato social”, afirma esta activista que siguió la carrera de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y reivindica la lucha travesti-trans dentro del movimiento LGBT+ tanto como dentro de los movimientos populares y del feminismo.
Trabajaba en el Espacio para la Memoria, ex ESMA, cuando jugó un partido de fútbol por primera vez. “Amo jugarlo, me encanta el deporte entre compañeras. Fue breve pero muy lindo, vivir deportes diversos es hermoso”, recuerda de esa experiencia en la que entrenó para ser arquera y de la que hoy reflexiona desde la gestión pública.
–¿Qué debería cambiar para tener un deporte más inclusivo?
–Hay que cambiar la mirada dentro del deporte, debatir las implicancias que esto tiene y hacerlo desde el derecho a las actividades físicas recreativas. Poder desarrollarse individual y colectivamente desde el deporte fue y es un desafío que involucra el reconocimiento de una actividad que muchas veces es postergada socialmente. Hay profundas desigualdades en este ámbito, el paradigma que se adoptó es absolutamente binario, masculinizante y está atravesado por violencias patriarcales naturalizadas hasta el hartazgo. Queda clarísimo que el mandato de heterosexualidad y el mandato de identidad de género están prefijados: no se puede ser homosexual, no se puede ser lesbiana, no se puede ser trans en el deporte de alta competición. Es un desafío enorme conseguir canchas, conseguir equipos y sumar la perspectiva trans.
–¿Cuáles son los debates que hay que dar?
–Hay un debate conceptual que involucra una mirada patriarcal sobre quiénes podemos y quiénes no podemos competir y, al mismo tiempo, los clubes y las instituciones de alta competición tienden a clasificar deportes femeninos, deportes masculinos y a poner obstáculos para que se sumen las personas trans. El potrero es una reconstrucción de la fantasía machista: la idea de que del potrero, por tu habilidad y tu capacidad, pasás a las grandes ligas. Ese circuito entre el potrero y la cancha de once profesional es un circuito que está andado principalmente por los varones, para las mujeres cis y las mujeres y hombres trans es un desafío más amplio construir este camino, implica deconstruir.
–¿Desde dónde se pueden deconstruir y reconstruir esos caminos?
–Los clubes de barrio son nuestros aliados porque las fisuras aparecen cuanto más lejos estás de esa centralidad de poder y de dinero. En estos últimos años hemos visto cómo las mujeres han logrado avanzar profundamente con los clubes de barrio creando equipos, teniendo un juego de alto rendimiento, de primera línea, y lo que queda rezagado es el debate por las identidades trans y queda rezagado no de manera casual, sino porque realmente está totalmente obstaculizado por los prejuicios. Aquellos y aquellas valientes que llevan adelante sus actividades en el deporte lo hacen mayormente en profunda soledad, disputando sentidos de cuerpos.
–¿Qué herramientas piensan en impulsar?
–Lo que hay que hacer es contar con herramientas y compromisos. Dos temas: cupo en los cuerpos disidentes en el deporte, en los clubes, en los ámbitos de alta competición, es decir trabajar por la presencia afirmativa de personas del colectivo trans en el deporte; y paridad, se tienen que debatir con las mujeres y la diversidad, no se puede solamente debatir desde un espacio de varones porque los varones cuidan su hegemonía de poder. Estamos articulando con el Ministerio de Turismo y Deporte, tenemos un plan de trabajo que empezamos a desarrollar. Y con el Ministerio de Educación tenemos el planteo de recuperar la iniciativa de Educación Sexual Integral y ver cómo su desarrollo involucra a las identidades trans y no binaries, que es muy fundamental. El otro debate es poder pensar y llevar adelante iniciativas que hagan a los deportes mixtos. En todas las jurisdicciones, excepto Provincia de Buenos Aires, el deporte se divide en varones y mujeres en la escuela. Ahí se repite, se hace eco, el mismo correlato biologicista que funciona en el deporte de alto rendimiento.
Anabela Arrascaeta/Pibas con Pelotas/Página 12