Luis Alberto Nicolao es el responsable del único récord mundial que tuvo la natación argentina en su historia. Con apenas 17 años, la hazaña la logró en la pileta olímpica del Club Guanabara de Río de Janeiro, donde clavó el cronómetro en 57 segundos, para convertirse en el más rápido en los 100 metros mariposa. Sucedió el 27 de abril de 1962, tres días después de haber conseguido su primera plusmarca en esa prueba.
“La vida del deportista son objetivos. Yo comencé a nadar de casualidad, porque según mi entrenador no tenía condiciones para ser nadador, pero tenía una voluntad férrea. Entonces siempre me ponía metas. El récord mundial fue uno que había surgido de casualidad cuando fui segundo en el Campeonato Nacional de Estados Unidos. Y cumplirlo fue una alegría grande”, recuerda Nicolao en una charla con Clarín desde su casa de Mar del Plata, donde pasa la cuarentena .
Cuando en el torneo de agosto de 1961 en Los Ángeles finalizó a apenas tres décimas del local Fred Schmidt, quien ganó con un récord mundial de 58s6, el argentino se dio cuenta de que estaba listo para apuntar bien alto. Sin embargo, en los meses siguientes no tuvo más roce internacional.
Eran otras épocas. No se viajaba tanto y en un deporte amateur como la natación, salir del país para competir no era cosa de todos los días. Nicolao se dedicó a entrenar bajo la tutela de Alberto Carranza y a correr en Argentina. Pero en 1962 se le presentó una gran oportunidad.
“A principios de ese año, después de que se realizaran unos Juegos Sudamericanos en Argentina, yo estaba en muy buena forma. Pero acá se venía el invierno y no iba a poder seguir compitiendo. Entonces, João Havelange nos dijo: ‘Los invito a Brasil, donde el clima es más aceptable en abril, así pueden intentar batir el récord mundial’”, relata Nicolao. ¿Havelange? Claro, porque el ex presidente de la FIFA fue nadador olímpico en Berlín 1936 y de waterpolo en Helsinki 1952.
“Nos preparamos unos meses en Argentina y viajamos a Río exclusivamente a buscar la marca. Nos hospedaron en un hotel durante un par de semanas, en las que estuve entrenando. Tuve la gran fortuna que fui ayudado por dirigentes de Brasil, que me auspiciaron el viaje y me invitaron. El año anterior, en esa misma pileta, Manuel dos Santos había conseguido el primer récord mundial de Brasil. Así que me dijeron: ‘Vení, a ver si te da suerte también a vos’”, rememora.
El 24 de abril de 1962 se tiró al agua para hacer un primer intento y consiguió la marca: nadó los 100 metros en 58s4 y bajó en dos décimas el tiempo que había marcado Schmidt en Los Ángeles. Por primera vez, Argentina tenía un récord mundial. Pero Nicolao no se conformó.
“Nadé tal vez un poco nervioso y completé los primeros 50 metros un poco fuerte. Pasé esa primera mitad a la velocidad que se compite hoy, demasiado rápido para esa época, y llegué al final un poco cansado. Logré el récord, pero no quedé satisfecho. Así que le solicité a mi entrenador intentarlo nuevamente un par de días más tarde”, cuenta.
¿Cómo se preparó? De la misma manera que lo hacía siempre. “No existían las planificaciones. Yo he tenido la suerte de tener cuatro excelentísimos entrenadores, que eran un segundo padre para el atleta. Carranza me aconsejaba y era muy bueno mostrándome los estilos, porque también había sido nadador, pero no hablábamos mucho sobre planificación. Entonces, instintivamente, al haberme sentido tan cansado en los segundos 50 metros, decidí pasar más cómodo los primeros y luego acelerar la última mitad como si fuera una sola pasada de 50”, explica.
Esa estrategia le dio resultado. El 27 de abril clavó el reloj en 57 segundos y estableció otro récord, que lo terminó transformando en una leyenda de la natación argentina.
“En esa segunda oportunidad, pasé los primeros 50 metros cerca de dos segundos más lento que el primer día. Después me contaron que cuando el entrenador vio ese pasaje, rompió el cronómetro de la rabia, porque pensó que estaba jugando. Pero el regreso lo hice más rápido y pude lograr el récord mundial, que se mantuvo vigente durante más de cinco años. Ese intento me enseñó que las pruebas no se ganan al comienzo, sino al final de la competencia. Si vos llegás al tramo final prácticamente intacto, ganás. Pero si llegás al 80 por ciento del recorrido dos metros adelante pero cansado, perdés”, recuerda el múltiple medallista en Juegos Panamericanos .
Su marca estuvo vigente hasta el 31 de julio de 1967, cuando el estadounidense Mark Spitz, luego nueve veces campeón olímpico (siete en Munich 1972), registró 56s29. Lo curioso es que era el mismo Mark Spitz que el propio Nicolao había ayudado a entrenarse en sus primeros años, en el Santa Clara Swimming Club.
“En 1963, cuando llegué a Estados Unidos, para poder solventar la cuota del club el entrenador me dio trabajo y tuve que apadrinar a un nadador más joven. Y me tocó apadrinar a Mark Spitz. Era un chico rebelde, no le gustaban muchos los esfuerzos grandes de entrenamiento, pero tenía mucha voluntad y condiciones de un nadador como pocos. Tanto que hacía récords mundiales en entrenamientos. Se convirtió en el monstruo que llegó a ser”, narra sobre Spitz luego superado en hazañas por Michael Phelps.
El récord le abrió las puertas del deporte universitario de Estados Unidos: con la Universidad de Stanford ganó cuatro títulos en 1965, 1966, 1967 y 1968. Los 100 mariposa no era olímpica y no pudo competir en Roma 1960 y Tokio 1964. En México 1968 su prueba se incorporó al programa pero por un retraso en el tráfico generado por el maratón no le permitió llegar a tiempo para competir en la final y la medalla de oro.
Luciana Aranguiz/Clarín