Un año antes, en mayo de 1969, apareció en el club Stade Francais de Santiago un jovencito de apenas 16 años que había viajado a la capital chilena como suplente y sparring del equipo argentino de Copa Davis. En la ceremonia inaugural, delante de Julián Ganzábal, Eduardo Soriano y Oscar
Escribano (quien no llegó a jugar en esa serie que terminó en derrota), él desfiló llevando la bandera celeste y blanca. Al año siguiente, el más grande tenista nacido en nuestro país se incorporó definitivamente a esa Davis por la que tanto luchó y que nunca pudo ganar. El capitán Oscar Furlong, uno de los grandes del deporte argentino, quien había sido el MVP del Mundial de basquetbol de 1950 y que luego incursionó en el tenis, buscó el aire fresco de un cambio generacional. Se la jugó y lo puso a él para enfrentar a Patricio Cornejo en el Buenos Aires y para que con 17 años y 215 días se convirtiera en el argentino más joven en jugar la Davis hasta ese entonces. El chileno ya era un tenista de 25 años que, de pronto, se vio sometido a una paliza. Su rival quedó rápidamente 6-3, 6-0 y 3-0. Pero entre la actitud de uno y los nervios del otro, el local perdió seis games al hilo. El descanso obligado de aquel tiempo tras el tercer set le permitió a Cornejo terminar ganándole por 3-6, 06, 6-2, 6-2 y 6-2. Pero no tardaría nada el argentino en lograr su primer éxito en ese torneo: a las 48 horas, en el cuarto punto, superó a Jaime Fillol por 7-5, 6-4, 3-6 y 6-3 en un partido que se jugó con altísimas temperaturas y que terminó con él llevado en andas por un puñado de fanáticos.
En este 2020 se cumplen 50 años del debut de Guillermo Vilas en la competencia que más amó, en la que jugó más que nadie y en la que ganó más partidos que nadie en Argentina. Esa Davis de la que estuvo a sólo un paso cuando en 1981 jugó la recordada primera final del equipo nacional frente al poderoso Estados Unidos en Cincinnati. Esa Davis a la que le puso el pecho siempre, hasta el último día, en 1984. Pero esa es otra historia.
Mariano Ryan/Clarín