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A 50 años de la verdadera Pelea del Siglo

La caída de Alí en el último round terminó de definir la pelea realizada en Nueva York.

Si para el folclore boxístico argentino, aquella legendaria pelea de Luis Angel Firpo ante Jack Dempsey, -el gran campeón de los pesados- del 14 de setiembre de 1923, en el gigante Polo Grounds de Nueva York ante 90 mil personas, en la que el argentino tiró afuera del ring al estadounidense en el primer asalto y debió haberse declarado triunfador porque Dempsey demoró 14 segundos en volver, y aunque el campeón lo noqueara en el segundo tras haberlo derribado 7 veces, quedó registrada como la PELEA DEL SIGLO XX (y por eso el 14 de setiembre fue declarado como el Día del Boxeador) hay otro combate histórico que bien merece el calificativo.

Y fue el que protagonizaron Joe Frazier (entonces campeón) y Muhammad Ali en el viejo Madison Square Garden, también en Nueva York el 8 de marzo de 1971, hace 50 años. Ocurrió un lunes -igual que en este 2021- y quedó grabada en la memoria de quienes fuimos testigos (televisivos, por lo menos) como uno de los combates más impresionantes de la historia moderna. Por los peleadores que competían y por las aristas y el morbo que rodeaba el acontecimiento. El fenomenal Cassius Clay sorpresivo doble vencedor de Sonny Liston para consagrarse y confirmar su título de campeón Mundial en 1964, hablador posesivo, provocador, pero muy pronto transformado -con su formidable movimiento de piernas y la precisión de golpes veloces- en un boxeador «invencible», ya no se llamaba como decía su partida de nacimiento. Se había transformado en el musulmán Muhammad Ali. Y con toda su furia verborrágica y apoyado en las prédicas islámicas de Elijah Muhammad y los discursos de Martin Luther King encaró la defensa de los postergados afroamericanos en una desigual batalla racial, en la que hacía ostentación de su «belleza».

Y se ensañaba con los negros que se sometían sin discusiones al poder blanco. Por su negativa a participar en la guerra de Vietnam le quitaron los títulos en 1967. Estaba invicto. Y después de largas acusaciones, juicios, tratativas y recursos fue rehabilitado para boxear en 1970. En octubre venció a Jerry Quarry y en diciembre a nuestro Ringo Bonavena por nocaut en el 15° asalto. La histórica pelea que con casi 80 puntos de rating tuvo el récord de audiencia por 20 años.

Frazier, quien había sido reconocido como campeón de ocho Estados (incluso con dos peleas contra Oscar Bonavena, una de ellas al borde de la derrota) había unificado las coronas derrotando ampliamente a Jimmy Ellis en ese mismo 1970. Hasta que llegó el momento de la verdad.

El mundo entero estuvo expectante de esa pelea colosal. A los 29 años y luego de tres de inactividad forzosa sólo esas dos peleas preliminares eran su argumento para enfrentar a esa máquina de tirar golpes casi como un robot. Frazier era un peleador nato. Con físico trabajado. Vigoroso, incansable. Tenía 27 años y quería vengar sobre el ring las ofensas que le había proferido Ali sobre su sometimiento a los poderosos. El famoso Arthur Mercante fue el árbitro y más de 20000 espectadores colmaron el Madison. Millones la vieron por televisión. Aquí llegó sobre la medianoche. Fue el combate que tenía que ser. El choque de la habilidad y la astucia frente a la ferocidad de un toro embravecido. La movilidad de Ali para entrar y salir con su famoso jab y los ganchos -especialmente zurdosde Frazier levantaron ovación tras ovación en 15 asaltos inolvidables. Parecía que la fortaleza del campeón sacaba una luz de ventaja hasta que en el último asalto lo derribó. Una mezcla de grito y silencio incrédulo inundó el ambiente. Ali llegó recurriendo a su guapeza hasta el final de la pelea. Esa caída fue decisiva. El jurado le otorgó la victoria a Joe Frazier y Ali resignaba su invicto en su pelea 32. Se repitió por todos lados la frase que se había instalado con Firpo-Dempsey en 1923. Era la «Pelea del Siglo». Y el peleador implacable pudo vencer al «invencible» Ali.

Ayer se cumplieron 50 años. Pelearon dos veces más. Y las dos las ganó Ali. Una en el Madison, en 1974, por puntos. Y la otra, en 1975, en Manila. Fue tan dramática como la primera. Pero el agobio los envolvió a los dos cuando fueron al descanso previo al último asalto. Parecía que ninguno de los dos estaba dispuesto a salir. Ali estaba tumbado sobre el banco de su esquina cuando Angelo Dundee, su entrenador de siempre vio que su colega Eddie Futch, decidía el final de Frazier.

«Sólo tienes que pararte», le dijo a Muhammad. Y así ganó. Los dos terminaron en el hospital. Hoy ya no están. Pero quedaron grabados en la historia de oro del boxeo mundial.

Horacio Pagani/Clarín

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