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A 20 años del nacimiento de una marca registrada: Las Leonas

Vanina Oneto era la goleadora y una de las referentes de aquel equipo.

Magui estira su trenza derecha todo lo que puede. Suplica para que la jueza no se dé cuenta de que sobre la marca de la camiseta hay algo que hasta el partido anterior no había. Mira al banco y busca desesperada a Claudia Médici, la jefa de equipo. “Tranquila, está todo bien”, lee en sus labios. No recuerda mucho más: sólo que ganaron y que su secreto seguía oculto aunque la leona ya había salido de la jaula…

“Era algo nuestro. No lo sabía nadie”, recuerda Magdalena Magui Aicega a 20 años de aquel 24 de septiembre de 2000 cuando por primera vez el seleccionado femenino argentino de hockey sobre césped usó la figura de una leona en su camiseta. Fue contra Holanda en el arranque de la fase final de los Juegos Olímpicos de Sidney, cuando comenzó la leyenda de las Leonas, una marca registrada del deporte nacional.

“Después del partido dijimos: ‘Chicas, ni se les ocurra meter esta remera en el lavarropas porque no sabemos dónde termina la leona. Se lava a mano y no se toca’. Era todo muy trucho, muy casero. Hoy te reís, pero más allá de que no tenés una sola remera te das cuenta de que es una locura cómo se dio porque tuvimos que ser gomas en no saber leer el reglamento”, agrega Aicega sobre ese momento que adelantó el nacimiento.

“Antes del partido con España pensábamos que teníamos casi una medalla en la mano por el muy buen puntaje comparado con los equipos de la otra zona; y de golpe nos bajaron de un hondazo, no teníamos nada y había que salir a pelear para ver si conseguíamos algo. Por eso cuando perdimos con España nos fuimos llorando: pensamos que no teníamos ninguna posibilidad”, aporta Vanina Oneto, la goleadora de ese equipo.

“Lo del reglamento influía en la bronca, fundamentalmente en una culpa muy grande que teníamos nosotros como equipo técnico de haber comunicado mal. Nos costaba mirarlas a la cara”, rememora Sergio Cachito Vigil. “Les decíamos: ‘Chicas, perdón’. Pero ellas fueron las primeras en decir: ‘Bueno, tenemos 0 punto. Listo. ¿Qué hay que hacer?’. Tenía que salir el alma de la guerrera leona”, recuerda que pensó.

El cuerpo técnico, que también integraban Gabriel Minadeo y Luis Barrionuevo, las jugadoras, los periodistas y hasta los familiares de las chicas sacaron la calculadora y empezaron a hacer cuentas. Descubrieron, entonces, que de ganar los tres partidos Argentina jugaría su primera final olímpica. “Después de perder con España nos vieron tan mal que nos dieron un día de shopping. Después, en el entrenamiento, Cacho nos sacudió. Creo que hasta dijo una mala palabra”, bromea Oneto.

“Fue una historia increíble y fue la historia del equipo. Sentí la eternidad en ese momento. Cuando terminó Luis de hablar antes de empezar la segunda fase todos los espíritus se fundieron en uno y hubo un silencio de unión y conexión”, aporta Vigil. “Esa fue la noche más mágica que me tocó vivir en mi carrera deportiva por lejos. Todos los que éramos parte de las Leonas, que no éramos Leonas todavía, tomados de las manos y se nos caían las lágrimas. Era como un fuego que quemaba y contagiaba”, sigue Oneto. Y se suma Inés Arrondo: “Fue muy movilizante. Nos juntamos en el living de esa casa que habitábamos como familia y ese tesoro oculto que nos habíamos llevado sin saber si la íbamos a usar salió porque era el momento de sacar todo eso que sentíamos que representábamos juntas”.

El silencio lo rompió Karina Masotta, ícono y capitana. “Nos miró y nos dijo: ‘Mañana, contra Holanda, sale la leona’. Esa camiseta sólo podía ser usada para cazar la presea, en el momento en el que tomáramos la decisión. Ese momento no era una semifinal ni la final. La Leona nació del amor, la convicción y el sueño de generaciones y no podía ser usada así como así. Como estaba dentro de la piel de las chicas, la camiseta tenía que ir a ellas”, explica Vigil.

Para él “fue un proceso de gestación de una Leona dispuesta a conquistar el mundo con espíritu de equipo, país y desarrollo de hockey”. Y el entrenador analiza: “A esa Leona que estaba adentro, un día, cuando ya estaba madura, se le abrió la jaula. Y cuando salió, lo que desparramó fue hambre de conquista y se descubrió el gen de Leona del deporte”.

Sabrina Faija/Clarín

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