Un día antes de cumplirse el 39° aniversario del inicio de la Guerra de Malvinas, el canal Cinear TV en conjunto con la plataforma Cinear Play realizarán una emisión especial en conmemoración de la fecha. Allí estará el documental 1982, de Lucas Gallo, que aborda el asunto de forma integral y a partir de un material de archivo sumamente particular: el contenido periodístico y otras producciones realizadas por ATC (Argentina Televisora Color), la televisión pública de aquella época, durante los dos meses y medio que duró aquel sinsentido.
1982 incluye específicamente fragmentos e imágenes emitidos por los programas 60 minutos, el noticiero vespertino de la emisora que conducía el infame periodista José Gómez Fuentes, y Las 24 horas de Malvinas, recordada emisión especial que ser realizó durante un día completo con el fin de recaudar fondos para la guerra. A partir de ese material, el film realiza una reconstrucción que acomoda los hechos en estricto orden cronológico, tal como el Estado se los fue presentando a los televidentes/ ciudadanos a lo largo de aquellos apenas 74 días.
Gallo no muestra casi nada que no haya sido visto por cualquier argentino adulto durante esos dos meses y medio. Y lo exhibe a partir de un dispositivo de montaje simplísimo, que a pesar de su sencillez termina siendo abrumador, porque revela en apenas una hora y media el deliberado trabajo de ocultamiento y engaño realizado por el Estado. En ese punto resulta interesante comprobar lo limitado de los recursos con los que contaban nuestros soldados y el evidente contraste con el discurso heroico y triunfalista que el canal oficial hilvanaba en torno a eso. El desfasaje entre imagen y relato llega a rozar el absurdo en algunas de las notas realizadas por el periodista Nicolás Kasanzew, único cronista que permaneció en Malvinas durante toda la guerra. Si algo deja claro la película es cada uno vio en ella lo que quiso ver.
Un largo segmento de 1982 está dedicado a resumir lo ocurrido durante el programa Las 24 horas de Malvinas, conducido por dos estrellas de la tele de aquellos años: Pinky y Cacho Fontana. Un espectáculo que, sabiendo lo que ocurrió con todo lo recaudado ese día, hoy resulta penoso. Pero las escenas del programa también sirven como prueba fáctica del modo transversal en que la guerra atravesó a la sociedad. No solo porque por la pantalla pasaron las máximas figuras de la época, desde futbolistas como Daniel Pasarella, Osvaldo Ardiles y Diego Maradona (cuya figura también aparece en un poster colgado en el cuartel argentino de las islas, mostrando hasta qué punto el joven jugador ya cargaba con el peso de ser un símbolo patrio); los humoristas Alberto Olmedo y Jorge Porcel, la cantante Susana Rinaldi o la diva Mirtha Legrand. Sino porque también queda clara la forma masiva en que la gente se acercó a colaborar, multiplicando la estafa de la que fueron víctimas.
No son las únicas imágenes sorprendentes. El coronel Seineldín entrevistado en Malvinas; muestras de apoyo a la Argentina recogidas por móviles en Nueva York y testimonios tomados en las calles de Londres, en los que la gente del común califica como una locura ir a pelear por dos islas perdidas en el sur, ayudan a completar el discurso oficial. Pero hay una escena que termina de mostrar que tan cerca (y tan lejos a la vez) estuvieron los militares argentinos de ganar su batalla por la simpatía del pueblo. Durante la transmisión de un partido de fútbol en cancha de River en el que combinado argentino se enfrentó al de la Unión Soviética, Enrique Macaya Márquez comenta con asombro infrecuente en el sobrio comentarista, que es la primera vez que escucha “una ovación para una banda militar”, la que antes del comienzo del juego interpretó algunas marchas. En esos aplausos televisados se condensa el contradictorio espíritu de una de las grandes tragedias de la historia nacional.
Juan Pablo Cinelli/Página 12